"Serás como el clavel del aire que cuando el viento sopla, vuela; y cuando se calma, se posa en una rama y allí hace casa. Vivirás en todos los sitios y en ningún lado. Amarás a todos y a ninguno."

Este es mi blog de cosas maravillosas: las cosas increíbles que he visto, oído, probado, sentido, vivido, provocado, odiado, tocado, lamentado, apreciado, percibido, adivinado, olido, estimado, hallado, pensado, presagiado, sufrido, palpado, soportado, respirado y amado.


lunes, 16 de agosto de 2010

Las ruinas y el mar

Ibiza es una isla con muchas contradicciones. Las mismas ocultan secretos y los propios habitantes se niegan a hablar de ciertos temas.

Hay en los mapas un punto no marcado, omitido intencionalmente para que sólo algunos puedan llegar. Dicen que es una de las mejores calitas de la isla. Pocos la alcanzan, no sólo por la pesada caminata que hay que hacer sino también porque nadie sabe dónde está. Los mapas no la muestran, la gente omite o tergiversa información y uno debe hacerse paso propio.

Desde la torre de los piratas, frente a Es Vedra, es observable una calita que parece albergar ruinas de alguna antigua civilización. La Atlántida es una tierra de la que Platón hace a hablar a uno de sus personajes en algunos diálogos. Aseguran que, según había contado el abuelo de uno de ellos, hacía 9.000 años existía la tierra de los atlantes, poderosos y belicosos, que vivían en la Atlántida, una ciudad construida en 7 círculos que albergaba a la sociedad ideal. Lucharon contra atenas y perdieron y, luego, tal vez por su soberbia, terromotos y diluvios acabaron con ella, hundiéndola en el mar. Durante tiempo, mucha gente la buscó y dado que en los textos se insiste en que se hallaba en el Mar Mediterraneo, muchos aseguran que tampoco debería ser tan difícil de hallar.

Los ibicencos pueden asegurar que se hallaba justo aquí. Por eso esta cala se llama "Atlantis". Para llegar tuvimos que dirigirnos con el coche hacia la torre de los piratas y desde allí bajar poco a poco, por sinuosos caminos sobre la alta roca hasta llegar a la arena y encontrarnos con las ruinas. Los visitantes suelen dejar esculturas y ofrendas. En la entrada, hay bajo un árbol sobre una roca un altar a Shiva y ella nos recibió como advirtiéndonos que nos acercamos a zonas de alta carga energética.

Allí nos encontramos un atlante, tal es la magia del lugar, capaz de manifestar lo imposible. Estaba desnudo, el cuerpo musculoso bronceado y dorado bajo el sol, de pie sobre la roca, los cabellos largos y rubios que bailaban al viento, la mirada perdida en el horizonte. En cuanto pude verlo, lo señalé: "mira, un atlante". Nos vio llegar en silencio y en silencio también se fue, luego de un rato, como evaluándonos, estudiando si merecíamos estar allí, o quizás advirtiéndonos de algún peligro en el callado mirar.

En efecto, la roca era filosa y el mar fuerte. Bastó una viento súbito para sacudirlo todo, una ola demasiado grande, el mar que se filtraba y la marcada pendendiente rocosa para que las yemas de los dedos se despegaran y yo resbalara, raspándome el cuerpo, pies y manos. Decidimos secarnos y volver. Antes ya nos habíamos dado un buen baño en el agitado y azul mar, festejando su profundidad, la luz solar que nos llovía del cielo y las grietas rocosas que divisábamos metros abajo.

Para llegar no es difícil. Bastan un corazón noble y la voluntariosa decisión de encontrarla. Así se abren solos los caminos y aparecen guías. Dado que es un secreto, yo tampoco puedo revelarlo. Pero todo aquel que llegue a la Torre de los Piratas puede verla desde arriba y hacerse poco a poco un camino desde allí. Una advertencia debe ser hecha: es un lugar de una altísima carga energética. Las cosas cambiarán luego de estar allí, las emociones vibrarán y los corazones se sentirán agitados. A mí la advertencia no me había sido hecha.