"Serás como el clavel del aire que cuando el viento sopla, vuela; y cuando se calma, se posa en una rama y allí hace casa. Vivirás en todos los sitios y en ningún lado. Amarás a todos y a ninguno."

Este es mi blog de cosas maravillosas: las cosas increíbles que he visto, oído, probado, sentido, vivido, provocado, odiado, tocado, lamentado, apreciado, percibido, adivinado, olido, estimado, hallado, pensado, presagiado, sufrido, palpado, soportado, respirado y amado.


sábado, 2 de octubre de 2010

La Sirena y el Mar

Durante el verano pude visitar Formentera.

Bastaron dos días de bicicleta para recorrer la isla entera. Fue el pedalear, el deternos a un lado del camino para comer higos de las higueras que nos los ofrecían, y el seguir andando bajo el sol. Nos deteníamos en esta costa, nos bañábamos, nos secábamos y seguíamos viaje hasta otra orilla donde mojarnos.

Así fue que nos encontramos con la sirena. Desde hace mucho los creadores de leyendas cuentan historias de sirenas, mujeres mitad pez mitad humana que encantan a los marineros para que se adentren en Alta Mar. Cuentan también que algunas se enamoran de los viajeros y con sus dotes mágicos adquieren la mortalidad completa, el libre albedrío y la posibilidad de pies y piernas. Caminan, entonces, con sus cuerpos jóvenes y bellos sobre la arena buscando a sus amados. Como todos los vínculos entre seres mágicos y nosotros, limitados mortales, la relación suele ser conflictiva. Por más que hayan renunciado a sus escamas, ya no pueden vivir lejos del mar. Añoran volver a zambullirse en lo profundo, y se sientan en sus ventanas mirando melancólicas el reflejo de la Luna Llena sobre la superficia del agua. Ven a pasar los días, las semanas, los años y comienzan a tomar consciencia de su decisión. Junto con los pies y piernas, no sólo adquirieron la posibilidad andar, correr y bailar sino también un tremendo mal humano: la vejez.
El paso del tiempo en nosotros es increíblemente rápido. Es, entonces, el notar que la piel se les arruga, que los pechos caen y que los cabellos pierden lentamente el color. Los seres humanos no contamos con el don de la eterna juventud divina. Sin embargo, fueron y siguen siendo sirenas. Y hay quienes dicen que, aunque humanas, ya no podrán morir sino sólo envejecer.

La verdad aún la desconozco. Y en este viaje en que se me presentó una sirena de las mismas que hablan estas historias lejanas de todos los tiempos, no pude pronunciar palabra. Sino tan sólo admirar su belleza, su gracia, su decisión y vigor al lanzarse al agua. Le sonreí ante tan poderoso ímpetu de volver a sentir en su cuerpo el agua salada. Le di mis bendiciones y le agradecí por tan especial espectáculo. Me detuve un momento a mirar en mi cámara cómo había quedado la foto y al volver a alzar la mirada, ya no estaba.

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