"Serás como el clavel del aire que cuando el viento sopla, vuela; y cuando se calma, se posa en una rama y allí hace casa. Vivirás en todos los sitios y en ningún lado. Amarás a todos y a ninguno."

Este es mi blog de cosas maravillosas: las cosas increíbles que he visto, oído, probado, sentido, vivido, provocado, odiado, tocado, lamentado, apreciado, percibido, adivinado, olido, estimado, hallado, pensado, presagiado, sufrido, palpado, soportado, respirado y amado.


viernes, 15 de julio de 2011

De la maravillosa aparición de gigantes poderosos que quisieron hacernos creer que eran molinos de viento

"–Bien parece –respondió don Quijote– que no estás cursado en esto de las aventuras: ellos son gigantes…"


Era el segundo día del Epílogo del Camino de Santiago, la andanza a Fisterre. Estábamos algo cansados, por el peso de la mochila, el largo andar y el calor. Llegamos, entre campos, caminos y pueblitos, a "Vilar do Castro". Y allí teníamos dos opciones: "si el camino por el monte ha sido reparado, ir a la izquierda. Si no, es necesario hacer un rodeo más largo…". Frente al cruce, la indicación era muy clara: una flecha a la derecha y una concha de mar indicando a la derecha. Nos encontramos allí con varios peregrinos, todos preguntándose qué hacer. La tendencia era ir a la derecha…

 
Llegamos, entonces, nosotros y nos enfrentamos al mismo tema. ¿Acaso la gente está loca? ¿Por qué ir a la derecha si la guía dice que es más corto y lindo por la izquierda? "¡A la aventura!" fue nuestra respuesta de cordura, y partimos.

 
El camino corría con cierta pendiente ascendente… algo dura pero no demasiado. Íbamos contentos y con ánimos de avanzar hasta que nos cruzamos con una cuerda que atravesaba el camino: "no pasar". ¿Qué hicimos? ¡A la aventura! Y pasamos la línea y seguimos.

 
Ahora la pendiente era claramente en ascenso duro. Y luego el camino desaparecía. Era todo hierba. ¡A la aventura! Seguimos andando hacia adelante aunque ya no hubiere camino hasta finalmente llegar arriba y entonces nos enfrentamos a Los Gigantes.

 
Todo alrededor nuestro, un ejército de gigante nos miraba amenazante con los brazos en altos. No temimos, sino que fuimos valientes. Al fin alguna de nuestras hazañas podía tener trascendencia e inmortalizarnos. Pero también fuimos astutos e inteligentes. En vez de atacar, decidimos ocultarnos, defendernos y escapar lentamente. No somos ingenuos como Sancho que confunde gigantes con molinos, pero tampoco orgullosos como Quijote que ataca enemigos invencibles. Así que, sin dudar de su naturaleza poderosa y avasallante, seguimos camino, monte abajo, entre campos de flores amarillas, sin amenazarlos, sin motivarles el ataque, casi sin mirarlos.

 
¡Qué maravillosa aventura! Sobrevivimos a los auténticos gigantes…!!!