"Serás como el clavel del aire que cuando el viento sopla, vuela; y cuando se calma, se posa en una rama y allí hace casa. Vivirás en todos los sitios y en ningún lado. Amarás a todos y a ninguno."

Este es mi blog de cosas maravillosas: las cosas increíbles que he visto, oído, probado, sentido, vivido, provocado, odiado, tocado, lamentado, apreciado, percibido, adivinado, olido, estimado, hallado, pensado, presagiado, sufrido, palpado, soportado, respirado y amado.


lunes, 1 de marzo de 2010

Alahmbra

Dentro de este blog de maravillas tengo que incluir la vista de la Alhambra. No hablo de la visita a la Ahambra, sino la vista, desde el Sacromonte (un barrio granadino que tiene una posición privilegiada para poder observarla). Entre casas de un humilde tono blanco y unos techos de modestas tejas rojas, se abre un panorama que impone silencio... por encima de las casas, en el monte de enfrente, entre bosque y roca, se alza la Alhambra, fortaleza heredada de antaño.
Su imponente silueta frente al fondo celeste, su fuerte estructura estratégica, la sensación de ojo desde donde puede verse todo la hacen sumamente digna de contemplación.
La historia cuenta que hubo un rey árabe -no me pregunten los nombres- que vivía allí con sus mujeres. Luego de enamorarse de una mujer cristiana, envió a su esposa lejos. A otro palacio desde donde podía verse la Alhambra. Imaginen la vida de esta mujer, antes reina, ahora presa, encerrada entre roca y ladrillo, en pasillos y habitaciones eternas, mirando siempre la Alhambra donde su esposo vivía ahora con otra. Ésta, la cristiana, tuvo que convertirse al iIlam para estar con él y lo acompañó hasta el final de sus días. Su hijo heredó el reino, en crisis. Los árabes comenzaban a perder el dominio de la península. Finalmente, vencido, tuvo que huir y abandonar la maravillosa fortaleza. Partieron, entonces, madre e hijo. La primera enrabiada. El segundo lloraba. Entonces, ocurrió el famoso intercambio de palabras: “Llora, ahora, con lágrimas de mujer aquello que no supiste defender como un hombre”. Y él suspiró. Se volteó y en la distancia ya no se veía Granada, tan lejos se encontraban ahora. Éste punto se lo llama “el suspiro del moro” y es aquel lugar desde donde ya no podía verse la ciudad perdida.

El Sacromonte es un barrio de casas humildes, un lugar a donde ni la policía se atrevía a entrar. Con el tiempo, fueron ocupándose de mejorar la zona y es, hoy en día, una de las más lindas de la ciudad (aunque haya gente que no recomiendo ir de noche). Muchas de sus propiedades son ahora caras pero todavía son dueños de ellas, los modestos inquilinos anteriores. Y la verdad es que me parece fantástico, que la vista más prigilegiada de la Alhambra no esté reservada para ricos. :)

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