"Serás como el clavel del aire que cuando el viento sopla, vuela; y cuando se calma, se posa en una rama y allí hace casa. Vivirás en todos los sitios y en ningún lado. Amarás a todos y a ninguno."

Este es mi blog de cosas maravillosas: las cosas increíbles que he visto, oído, probado, sentido, vivido, provocado, odiado, tocado, lamentado, apreciado, percibido, adivinado, olido, estimado, hallado, pensado, presagiado, sufrido, palpado, soportado, respirado y amado.


sábado, 2 de octubre de 2010

La Sirena y el Mar

Durante el verano pude visitar Formentera.

Bastaron dos días de bicicleta para recorrer la isla entera. Fue el pedalear, el deternos a un lado del camino para comer higos de las higueras que nos los ofrecían, y el seguir andando bajo el sol. Nos deteníamos en esta costa, nos bañábamos, nos secábamos y seguíamos viaje hasta otra orilla donde mojarnos.

Así fue que nos encontramos con la sirena. Desde hace mucho los creadores de leyendas cuentan historias de sirenas, mujeres mitad pez mitad humana que encantan a los marineros para que se adentren en Alta Mar. Cuentan también que algunas se enamoran de los viajeros y con sus dotes mágicos adquieren la mortalidad completa, el libre albedrío y la posibilidad de pies y piernas. Caminan, entonces, con sus cuerpos jóvenes y bellos sobre la arena buscando a sus amados. Como todos los vínculos entre seres mágicos y nosotros, limitados mortales, la relación suele ser conflictiva. Por más que hayan renunciado a sus escamas, ya no pueden vivir lejos del mar. Añoran volver a zambullirse en lo profundo, y se sientan en sus ventanas mirando melancólicas el reflejo de la Luna Llena sobre la superficia del agua. Ven a pasar los días, las semanas, los años y comienzan a tomar consciencia de su decisión. Junto con los pies y piernas, no sólo adquirieron la posibilidad andar, correr y bailar sino también un tremendo mal humano: la vejez.
El paso del tiempo en nosotros es increíblemente rápido. Es, entonces, el notar que la piel se les arruga, que los pechos caen y que los cabellos pierden lentamente el color. Los seres humanos no contamos con el don de la eterna juventud divina. Sin embargo, fueron y siguen siendo sirenas. Y hay quienes dicen que, aunque humanas, ya no podrán morir sino sólo envejecer.

La verdad aún la desconozco. Y en este viaje en que se me presentó una sirena de las mismas que hablan estas historias lejanas de todos los tiempos, no pude pronunciar palabra. Sino tan sólo admirar su belleza, su gracia, su decisión y vigor al lanzarse al agua. Le sonreí ante tan poderoso ímpetu de volver a sentir en su cuerpo el agua salada. Le di mis bendiciones y le agradecí por tan especial espectáculo. Me detuve un momento a mirar en mi cámara cómo había quedado la foto y al volver a alzar la mirada, ya no estaba.

lunes, 16 de agosto de 2010

Las ruinas y el mar

Ibiza es una isla con muchas contradicciones. Las mismas ocultan secretos y los propios habitantes se niegan a hablar de ciertos temas.

Hay en los mapas un punto no marcado, omitido intencionalmente para que sólo algunos puedan llegar. Dicen que es una de las mejores calitas de la isla. Pocos la alcanzan, no sólo por la pesada caminata que hay que hacer sino también porque nadie sabe dónde está. Los mapas no la muestran, la gente omite o tergiversa información y uno debe hacerse paso propio.

Desde la torre de los piratas, frente a Es Vedra, es observable una calita que parece albergar ruinas de alguna antigua civilización. La Atlántida es una tierra de la que Platón hace a hablar a uno de sus personajes en algunos diálogos. Aseguran que, según había contado el abuelo de uno de ellos, hacía 9.000 años existía la tierra de los atlantes, poderosos y belicosos, que vivían en la Atlántida, una ciudad construida en 7 círculos que albergaba a la sociedad ideal. Lucharon contra atenas y perdieron y, luego, tal vez por su soberbia, terromotos y diluvios acabaron con ella, hundiéndola en el mar. Durante tiempo, mucha gente la buscó y dado que en los textos se insiste en que se hallaba en el Mar Mediterraneo, muchos aseguran que tampoco debería ser tan difícil de hallar.

Los ibicencos pueden asegurar que se hallaba justo aquí. Por eso esta cala se llama "Atlantis". Para llegar tuvimos que dirigirnos con el coche hacia la torre de los piratas y desde allí bajar poco a poco, por sinuosos caminos sobre la alta roca hasta llegar a la arena y encontrarnos con las ruinas. Los visitantes suelen dejar esculturas y ofrendas. En la entrada, hay bajo un árbol sobre una roca un altar a Shiva y ella nos recibió como advirtiéndonos que nos acercamos a zonas de alta carga energética.

Allí nos encontramos un atlante, tal es la magia del lugar, capaz de manifestar lo imposible. Estaba desnudo, el cuerpo musculoso bronceado y dorado bajo el sol, de pie sobre la roca, los cabellos largos y rubios que bailaban al viento, la mirada perdida en el horizonte. En cuanto pude verlo, lo señalé: "mira, un atlante". Nos vio llegar en silencio y en silencio también se fue, luego de un rato, como evaluándonos, estudiando si merecíamos estar allí, o quizás advirtiéndonos de algún peligro en el callado mirar.

En efecto, la roca era filosa y el mar fuerte. Bastó una viento súbito para sacudirlo todo, una ola demasiado grande, el mar que se filtraba y la marcada pendendiente rocosa para que las yemas de los dedos se despegaran y yo resbalara, raspándome el cuerpo, pies y manos. Decidimos secarnos y volver. Antes ya nos habíamos dado un buen baño en el agitado y azul mar, festejando su profundidad, la luz solar que nos llovía del cielo y las grietas rocosas que divisábamos metros abajo.

Para llegar no es difícil. Bastan un corazón noble y la voluntariosa decisión de encontrarla. Así se abren solos los caminos y aparecen guías. Dado que es un secreto, yo tampoco puedo revelarlo. Pero todo aquel que llegue a la Torre de los Piratas puede verla desde arriba y hacerse poco a poco un camino desde allí. Una advertencia debe ser hecha: es un lugar de una altísima carga energética. Las cosas cambiarán luego de estar allí, las emociones vibrarán y los corazones se sentirán agitados. A mí la advertencia no me había sido hecha.

lunes, 19 de julio de 2010

La Roca y el Mar

Tengo la suerte de que me hayan mandado a trabajar a Ibiza por el verano. Así que, desde hace unos días, intento recorrer esta isla que se me aparece repleta de contradicciones y paradojas.


Por ahora, sólo quiero hablar de su mar. Ibiza es una isla encallada en el Mar Mediterráneo, cerca del continente. Geológicamente cuenta con algunos montes bajos, algunos arbustos y muchísimas calas. El agua suele ser azul o celeste con ciertos tonos turquesa o verde.

La arena varía y hay algunas que forman cierto barro que puede ser usado para ponerse en la piel (aunque en la Oficina de Turismo advierten que no es sano y que no tiene consecuencias terapéuticas sino al contrario, dañinas). El Sol pega fuerte, hace muchísimo calor y el suelo a menudo quema. Incluso a veces la toalla donde uno se recuesta quema y arde. El agua es muy salada y algunas veces deja asomarse algunos peces que nadan entre las piernas. Como es transparente, se ven a simple vista al nadar. Al contar con gafas, se puede hacer submarino en la parte más profunda y ver aún más tesoros escondidos.

Hay muchos barquitos también, veleros y pequeñas lanchitas. Aquí el Verano es Rey y el Sol es admirado tanto cuando sale como cuando decide volver a dormir. Emerge entonces la luna, misteriosa, redonda y gorda, enorme, a veces naranja, y se la ve elevarse por sobre el mar, mirándonos, recordándonos que está allí para cuidarnos y que no estamos solos.

Hay mucha gente, muchísima. Y es difícil a veces saber abrirse camino para encontrar espacios más apartados y tranquilos pero se consigue.

Hoy, en mi blog de cosas maravillosas, quiero compartir con ustedes estas vistas, esta costa donde tomo sol, estas aguas donde me baño y donde creo escuchar al Dios del Mar que me cuenta secretos. Y pienso al estar aquí, ¿cómo no hacer del Mar un dios? Increíblemente vasto y extenso, siempre el mismo, siempre distinto, siempre igual pero siempre nuevo y cambiante.

domingo, 4 de julio de 2010

El toro y el mar

LUGAR: Andalucía, la tierra de la luz.

Teníamos tres días libres. Fue el volar a Málaga, alquilar un coche y empezar a bajar bordeando la costa, visitando pueblitos de casas blancas y aroma a pescadito frito para llegar hasta Jerez y de ahí, el volver por aire a Barcelona.

Vimos mucho mar, extensísimo y eterno... vimos Mar Mediterraneo (un gran lago) y también Océano. Qué fuerza la de las aguas, qué coraje su salvaje naturaleza. La arena fina, débil, suave al tacto del pie. La costa kilométrica que se perdía a lo lejos. Y la gente con la que hablábamos, con ese acentillo andaluz que casi parece crear un idioma propio. Pero sobre todo, qué luz increíble, clara, transparente, verdadera, cálida. Luz de vida.

Buscábamos una playa salvaje. Sí, preguntamos a una señora por una playa fuera de un pueblo y dijo "si querei' algo ma'salvaje qu'esto..." y nos dio instrucciones de cómo llegar. Dejar el coche, bajar con el bolso y el equipo estrictamente necesario; toalla, cremas, agua, algo de comer. Extender los dos pareos sobre la arena y notar en el contorno: toros. Sí, aquí los toros estaban recostados sobre la arena, a orillas del mar. Allá otra manada "de pie" (¿los toros cuando están a cuatro patas están "de pie", no? ¿O acaso la categoría "estar de pie" quedá sólo reservada a los seres humanos? Claro, porque los animales no tienen pies sino patas. Estaban pues "de patas"). A otro lado, pájaros negros. Y el mar que rugía y rugía. Y el sol que nos quemaba la cara y nos aseguraba que valía la pena la vida.

Me dormí bajo el calorcito y en mi sueño vi toros voladores, toros que corrían sobre olas y mares de arena y sal en vez de agua. Vi escaleras de nube y cielos de mares y creía ver vacas que bajaban directo desde el Sol.

Al despertar, fue el volver al coche. El andar un poco más mirando el mar desde dentro y luego el llegar a un barcito cerca de la costa: comer pescadito frito y vino. Luego ensaladas frescas y, para terminar, helado.

Entonces, mi compañero de viaje y ruta me dijo: "no eran toros, eran vacas. Por eso no tuve miedo aunque mi pareo era rojo". (¿Los toros son daltónicos?).

Yo sonreí recordando mis sueños.

jueves, 13 de mayo de 2010

Keukenhof...

Y también pude ir a Amsterdam. La ciudad nos recibió con un día de lluvia. Gris el cielo, espejados los canales de agua y nosotros que nos refugiábamos bajo un paraguas y saltábamos de bar en bar...

Al día siguiente, el sol quiso asomarse un poquito y aprovechamos la oportunidad para viajar a Keukenhof, un parque temático de tulipanes y flores. Fue el caminar entre caminos que pasaban por campos de flores de diversos colores y formas, unos pocos árboles y muchos diseños de grupos de tulipanes distintos. Allí, todos blancos; aquí, unos de color rosa; más allá, una fila de amarillos entremezclados con unos púrpuras. Era una fiesta de color, pétalos de diversas formas y tamaños. Fue un paseo tranquilo, agradable y bello.

La gente del lugar estaba encantanda con el clima: "Today is a wonderful day"... Nosotros nos reíamos porque, si bien era cierto que no llovía, el cielo estaba todo lleno de nubes. Apenas se veía el sol...

Y yo, mientras me paseaba y veía las flores y los arreglos, los campos y los pétalos (unos más abiertos que otros), me acordaba del agricultor que cortaba para hacer crecer. Pensaba en aquel gesto violento, limitante y agresivo de rasurar y separar que parecía decir "¡no crezcas!". Pensaba también en nuestras pequeñas compañeras del mundo vegetal, indefensas, heridas, esforzándose por seguir creciendo contra toda posiblidad frente a la devastadora, amenazante y letal hoz del agricultor. Fue necesario el tiempo para que la planta o la flor creciera con más fuerza tras los fallidos intentos anteriores, se vio entonces también más bella, más fuerte, más colorida y de una forma tanto más madura y concisa, con una expresión y un brillo tanto más sólido. Pero claro que no era posible para ella haberlo sabido antes cuando sufría por los cortes y heridas recibidos antes. Fue necesario aprender a crecer contra el filo de la navaja para crecer con tanta posibilidad.

Y pensé entonces, cuando vi el grupo de flores, que si bien el cuadro era bello, yo prefiero las flores silvestres, las que crecen sin reglas que puedan contenerlas, que así como emergen del suelo se extienden hacia arriba y unas a otras se ayudan a sostenerse. Y entonces, salté a otra idea. Que las flores son hermosas, pero que prefiero los bosques. Prefiero los árboles altos, tanto más lentos en crecer pero también en morir y dejar este mundo. Elijo los caminos oscuros entre ramas, con animales escondiéndose alrededor, con predadores acechando bajo las ramas y entre las sombras. Prefiero también a cada árbol que si bien similar al de al lado se distingue y no tanto a ese grupo de flores que adquieren sentido porque están en grupo. Es la diferencia que da sentido al grupo, la separación a la masa, la autenticidad individual. Yo prefiero siempre mirar aquello que nos une por distintos antes que cuanto nos vuelve similares.

Y con todo esto en la cabeza, salimos del parque, fuimos al pueblito de al lado y nos mandamos una torta de chocolate que parecía un delirio culinario de lo buena que estaba...

:)

Amsterdam 10.

sábado, 17 de abril de 2010

Visita a la Tierra del Señor Hades, lugar: La Palma

Tenía un solo objetivo: en esta isla estaba el último volcán que había hecho erupción en la zona (o eso me habían indicado). Fue de nuevo el hacer dedo, el caminar kilómetros bajo el sol para el re-encuentro con el Señor de las Tinieblas en dónde todo se sumerge al fin. 

La Palma es muy distinta a Lanzarote. Parece una montaña que se emerge sobre el mar, y tiene muchos bosques. Es verde y roja, en muchos tonos. Es todo árbol y roca bajo el calor solar. 

Sin embargo, a medida que me acercaba al volcán, la vegetación disminuía claramente. Y fue otra vez el negro por escenografía, otra vez la desolación. La mayoría de la gente se quedaba en el primer volcán pero yo quería llegar a Teneguía, el último que había estado activo. Caminé muchísimo, y acá digo muchísimo y habló de caminos que subían y bajaban. Todo estaba seco, todo era roca. El Sol abrazaba y yo ya estaba cansado (era el cuarto día de caminatas). Finalmente, llegué al pie del volcán. Subí, paso a paso para verlo dentro. Y aquí fue mi sorpresa al hacerlo. 

Había vida.
Allí dónde todo había muerto y oscuro, seco, rocoso y fétido, encontré vida. Pinos, árboles verdes de un verde como el mismo verde... ¿cómo contarlo?... Entre tanto negro, entre tanta ausencia de hierba fresca, semejante verde generaba vértigo, mareaba la vida. Y detrás se
alzaba extenso, el increíble mar eterno. Vean conmigo la imagen: el negro de suelo, de pared y de base; el verde que emergía por dónde podía, siempre hacia lo alto, siempre con fuerza y vigorosidad y, detrás del cuadro, de fondo, el azul esmeralda del mar. Y esta fue una experiencia realmente fantástica. Allí donde había existido semejante muerte ahora crecían árboles, había vida. Allí mismo, dentro y no fuera del volcán. En el ojo del Mal. 

La figura cristiana de Hades es Lucifer, desterrado, siempre mal visto. Hay una versión que dice que Lucifer se rebeló contra Dios porque lo amaba y Él había ordenado a los ángeles adorar a los Hombres. No importa si es cierto o no. A mí me gusta que Lucifer quiera decir "el que porta la luz". Y que cuando Dios lo llama "Satanás" lo denota como "el enemigo". Pero hay luz en la oscuridad. Si Lucifer porta la luz de nuestra oscuridad, la que tenemos dentro, el enemigo somos nosotros mismos. Entonces vuelve a ser cierto eso de que la única victoria posible es sobre uno mismo. Se dice que Jacob luchó contra un angel de Dios, un angel negro, oscuro. Estoy seguro de que era él mismo. Luchamos contra la oscuridad, la nuestra porque la hemos llamado "Satanás". En cambio, amémosla por lo que es. La llama de una vela no brilla bajo el sol. La luz brilla en la oscuridad.

Mis honores, entonces, a Lucifer, a Hades, y a su esposa, la Reina de las Tinieblas, Perséfone.

Hasta nuestro próximo encuentro...

miércoles, 7 de abril de 2010

H2O

Selva. Verde y rojo. Verde en lo alto y a los lados... Rojo debajo de los pies... Hierro y vegetal. Una pesadez en el aire: humedad extrema. Aquí todo es abudante y excesivo: el calor, la humedad, la lluvia intensa que se desata de súbito (y entonces, el frío), los mosquitos, el tamaño de las hojas de las plantas... Nos llevan así entre barro rojo, hojas verdes y anécdotas de animales salvajes hasta la orilla de un río. Reparten entonces salvavidas. Yo, que debería saber usarlos tengo problemas para ponerme el mío. Nos subimos a unas lanchas que avanzan río arriba... llegamos al pie de unas cascadas, las vemos desde lo bajo... nos empapamos, gritamos, reímos. Participamos de esta fiesta acuosa natural. Nos mojamos mucho realmente, somos cuerpos que chorrean agua. Yo tiemblo, tengo frío. pero me encanta esta participación del agua.
Es luego el volver, contentísimos de la experiencia. El subir escaleras y regresar al punto de partida. Un chocolate caliente, algunas galletitas de chocolate. ¡Tenemos que reponer fuerzas! Y entonces el caminar por la selva, el bordear la roca y finalmente arribar a un camino de metal que va por encima del agua, como un largo puente. Vamos recorriéndolo paso a paso. El agua rítmica desplazante bajo nuestro, a un lado río desenfrenado que se acerca para precipitarse al vacío del otro lado donde el agua cae a chorros inconmensurables. Llegamos finalmente al ojo de la tormenta: La Garganta del Diablo. Vemos entonces el prodigio natural: el caudal poderoso, la fuerza imparable del agua, la espuma, el sol que llueve sobre nuestros rostros, la masa acuosa, la caída enorme. Somos altitud y somos ojos que ven ríos suicidarse contra la roca cientos de metros abajo.
Y en esta percepción del precipitado caer acuoso, uno siente que percibe lo Absoluto, la fuerza motriz que generó el mundo y que todavía lo mantiene en movimiento. Y surge entonces el deseo de ser parte con Ello, de no estar recortado como ser humano del resto de la Totalidad sino de desmembrarse en un caer que también sea acuoso y que divida el propio cuerpo y Ser en infinidad de gotas y moléculas, H2O, que saltan hacia lo bajo. Y así, el aferrarse al borde de la baranda no es ya una cuestión de seguridad en caso de mareo, sino un tacto que le recuerda a uno su proporción humana. "No te lances" dicen las manos que se aferran al frío metal, "No seas parte". Y es la lucha con uno mismo y con el vértigo, ese súbito deseo de entrega total, de desaparición de uno mismo, y de participación en algo más grande.
Pero es salvado uno. Una voz a mi lado comenta lo increíble que está viendo. Miro, veo ojos que me miran y sonríen, y sé que mi lugar es aquí, todavía. Ya habrá tiempo para el desmembramiento en la última hora, la fatal, aquella que nunca sabemos que ha llegado hasta que llega. Me salvaron.

Y en este blog de cosas maravillosas no podía faltar el prodigio del agua, la danza del caos acuoso que cae y nos regala espuma, belleza y vida. Lugar: Cataratas del Iguazú, Argentina.

viernes, 19 de marzo de 2010

Marionetas vivas...

Todos conocemos la historia de Pinocho, aquella marioneta a quien le dieron el goce de poder llevar vida propia. Claro que era travieso y hacía de las suyas... Poco a poco fue aprendiendo a vivir y dejar vivir, a ser justo, honesto y noble.

En uno de mis últimos viajes pisé Praga. Praga, capital de la República Checa, está plagada de marionetas. Hay muñecos de maderas por doquier, siempre los hilos sosteniéndolos y manteniéndolos de pie. Hay muchísimos personajes: allí el espirítu del bosque, un hada, un ángel, una bruja, príncipes y princesas, un Harry Potter, un lobo, caperucita roja y su abuela, el espíritu del agua, un gorila, un calamar, un rey y su reina, un caballero, un dragón, una rana, un juglar, un payaso, y mas y más... 

Es fantástico, que al entrar a las tiendas para verlos y preguntarle a alguien: "¿este quién es?". Te contestan: "esperá que veas cómo camina". Lo alzan, toman sus cuerdas, lo hacen erguirse en el suelo y avanza (como aquel milagroso hace miles de años que oyó "Lázaro, levántate" y súbitamente comenzó a andar). Se oye entonces su voz, su tono, la música al dirigirse a nosotros. Hay aquellos de carácter alegre, melodioso, ruiseño y otros, en cambio, en constante enfado y enojo. Y lo vemos también, cómo alza una rodilla, mueve un pie, el otro, unos de andar suave, otros en cambio de pasos lentos y sutiles... y así van cobrando vida.

Sin embargo, el sumum de ver al objeto en movimiento, al objeto vivo fue la última noche, en que fui a ver un espectáculo de títeres. La ópera Don Giovani de Mozart, interpretada por las marionetas. Y aquí sí fue el verlas con vida propia, el olvidar que en realidad eran manos que las ponían en movimiento y el creer que de verdad sentían y vivían los males y bienes del mundo. Se enamoraban, se peleaban, se ofendían y discutían, se peleaban con espadas, morían, lloraban, se emborrachan y simulaban estar sobrios, nos juzgaban (ellas, nosotros, sus espectadores de carne y hueso... como si fuesen ellas las que nos dieran vida con sus actos y acciones). Y fue el reir con ellas, el compartir sus tristezas y alegrías y el terror inmenso cuando apareció de ultratumba el fantasma, víctima de Don Giovanni para advertirle que el castigo le acechaba de cerca.

Y luego, la lluvia de aplausos y el volver al hotel, el caminar solo por las estrechas y oscuras calles de Praga, la ciudad de los cien campanarios, con esa certeza (que me encanta confirmar de vez en cuando): "sí, existen los milagros".

lunes, 1 de marzo de 2010

Alahmbra

Dentro de este blog de maravillas tengo que incluir la vista de la Alhambra. No hablo de la visita a la Ahambra, sino la vista, desde el Sacromonte (un barrio granadino que tiene una posición privilegiada para poder observarla). Entre casas de un humilde tono blanco y unos techos de modestas tejas rojas, se abre un panorama que impone silencio... por encima de las casas, en el monte de enfrente, entre bosque y roca, se alza la Alhambra, fortaleza heredada de antaño.
Su imponente silueta frente al fondo celeste, su fuerte estructura estratégica, la sensación de ojo desde donde puede verse todo la hacen sumamente digna de contemplación.
La historia cuenta que hubo un rey árabe -no me pregunten los nombres- que vivía allí con sus mujeres. Luego de enamorarse de una mujer cristiana, envió a su esposa lejos. A otro palacio desde donde podía verse la Alhambra. Imaginen la vida de esta mujer, antes reina, ahora presa, encerrada entre roca y ladrillo, en pasillos y habitaciones eternas, mirando siempre la Alhambra donde su esposo vivía ahora con otra. Ésta, la cristiana, tuvo que convertirse al iIlam para estar con él y lo acompañó hasta el final de sus días. Su hijo heredó el reino, en crisis. Los árabes comenzaban a perder el dominio de la península. Finalmente, vencido, tuvo que huir y abandonar la maravillosa fortaleza. Partieron, entonces, madre e hijo. La primera enrabiada. El segundo lloraba. Entonces, ocurrió el famoso intercambio de palabras: “Llora, ahora, con lágrimas de mujer aquello que no supiste defender como un hombre”. Y él suspiró. Se volteó y en la distancia ya no se veía Granada, tan lejos se encontraban ahora. Éste punto se lo llama “el suspiro del moro” y es aquel lugar desde donde ya no podía verse la ciudad perdida.

El Sacromonte es un barrio de casas humildes, un lugar a donde ni la policía se atrevía a entrar. Con el tiempo, fueron ocupándose de mejorar la zona y es, hoy en día, una de las más lindas de la ciudad (aunque haya gente que no recomiendo ir de noche). Muchas de sus propiedades son ahora caras pero todavía son dueños de ellas, los modestos inquilinos anteriores. Y la verdad es que me parece fantástico, que la vista más prigilegiada de la Alhambra no esté reservada para ricos. :)

viernes, 19 de febrero de 2010

Soplar y hacer botellas

Hace poco fui a Venecia. Tomé un barquito que en 20 minutos me cruzó a una isleta llamada “Murano” y pude ver otra maravilla para sumar a mi colección de cosas maravillosas. Aquí soplaban vidrio. Me pareció realmente fascinante ver que de calentar arena puede obtenerse cristal. Il vetro di Murano, famoso en su época en todo el mundo conocido, se hacía aquí, en estas calles que yo ahora pisaba, al lado de estos mismos canales desde donde la húmeda brisa me enfriaba. Fui entrando a varios talleres hasta que encontré uno donde pude en efecto ver, cómo calentaban el material a 2000 grados y soplaban por un tubo para darle forma, cómo con brazos de hierro y metal, lo amasaban, lo moldeaban, cortaban aquí o pulían allá y obtenían frascos, jarrones, vasos, copas. Aquí el arte se calentaba, soplaba y amasaba.

martes, 9 de febrero de 2010

La otra medicina


Otra experiencia que tengo para contar de mi viaje a Marruecos es la de la farmacia. Estábamos caminando (justo enfrente del lugar donde aconteció este evento de la mezquita) y nos detuvimos en una tienda que tenía unos baldes llenos de polvos de colores. Nos acercamos a ver y el hombre que trabajaba allí, nos invitó a pasar. Me dio un escalofrío en todo el cuerpo. Por donde mirara, frascos y frascos, con piedras, flores, yuyos, líquidos... y él que comenzó a explicarnos... “esta piedra negra, se pone en agua, genera como un gel y funciona como champú; estos yuyos en agua caliente, luego al ponerlos sobre el cabello, hace que brille; este es gingseng rojo, es como el viagra, un té de esto y aguantan toda la noche; esta piedra funciona como desodorante, y estas otras dos, como ambientador; esta planta para los dientes; este polvo negro se pone en un pañuelo blanco, se cierra, se lo machaca bastante, se apoya el pañuelo cerrado sobre un orificio nasal y se aspira fuerte, luego el otro... es para la cinusitis...”


Existía aquí otra medicina! Toda planta, yuyo o piedra servía para algo más! Estuve tentado de comprarme tooodo! Pero, por suerte, supe contenerme :)

viernes, 29 de enero de 2010

Visión de lo prohibido

Me quedé sin disco duro portátil. Se cayó, dio un golpe y allí murió. Murieron también todas las fotos, diarios de viaje y videos que tenía dentro. Irrecuperable...

Sincrónicamente, viajé a Marruecos y tengo una vivencia fascinante de la que no pude tomar fotos.


Algo que me impresionó en Marrakech es que teníamos terminantemente prohibido entrar a la mezquita. Lo intenté una vez y la señora que estaba en la puerta sólo dijo “C'est interdit”. Sin más. No hizo falta ni un gesto, ni un tono de voz tenso o elevado. Me bastó para comprender la importancia que ese espacio tenía para ellos. O, no digamos “entender” pero saber que era necesario reservar una distancia respetuosa. Esta mujer no era empleada de la mezquita, era una mendiga que estaba en la puerta pidiendo monedas. Más tarde, pasando por otra, nos acercamos a la puerta y la gente (transeúnte que estaban de paso)se adelantó: “C'est la mezquite, c'est interdit!”. Fue un gesto que me encantó. El hecho de que fueran ellos mismos, no empleados de la mezquita, sino la gente misma que quisieran protegerla y que no permitían que fuese profanada por ojos occidentales me llenó de admiración y respeto. Contrasta con nuestra actitud, bastante más relajada, de “cada uno en su tema” y de esperar que sean otros los que se encarguen de cuidar lo nuestro.



Sin embargo, soy cabezota. Y tengo que ver aquello que tengo que ver. Así, caminando, nos encontramos frente a una mezquita de tres puertas, todas abiertas y nadie cerca de la puerta de la izquierda. ¿desafío o posibilidad? No dudé que fuera una oportunidad. Y las oportunidades hay que aprovecharlas cuando surgen. Me metí dentro, sin dudarlo. Sólo un metro o dos. No más. Con respeto, siempre con respeto. Recordaba la historia de Acteón y no anhelaba un final similar. Acteón, aquél que osó ver a la diosa Diana desnuda ("te valdrá aquello que tus ojos han visto") y fue, luego, transmutado en ciervo y cazado por sus propios perros de caza. Así que entré sólo un metro y medio, justo detrás de una mujer que se limitó a quitarse las sandalias y doblar por el pasillo a mi izquierda. Al instante, me sentí transportado. Estaba abrumado al participar de una visión prohibida. Debajo de mi camiseta, mi cruz cátara reposaba sobre mi piel. Era todo alfombras... pasillos y pasillos, alfombras en el suelo, alfombras en las paredes. Me incliné hacia la izquierda y vi dos hombres que venían caminando hablando bajo, barbas largas, una negra, la otra canosa, ropas oscuras y amplias. Me incliné hacia el otro lado y vi a otro hombre, mucho más joven, arrodillado en el suelo, manos delante de las rodillas, espalda flexionada y frente posada tan abajo como podía justo delante de la rótula. Entonces, se rompió la magia y volví a mí mismo. Desde hacía un ratito, un hombre me llamaba desde fuera. Salí con los ojos enormes, la respiración alterada. “C'est la mezquite!...” y me dijo que estaba prohibido entrar. Le expliqué que creía que era el Palacio Real (Que estaba a la vuelta), que lo lamentaba muchísimo, que no había entendido. Sonrió, calmado. Me dijo que no, que el palacio estaba delante, que esa era la mezquita y estaban prohibidas las visitas. Le pedí perdón. Me preguntó si era español y le hice saber mi origen argentino... “Ah! Amigo! Messi, Maradona!”. Quién iba a decirme, pensé entonces, que el fútbol y su detestable modo de vivirlo en Argentina me haría ganarme el llamado de “amigo” de parte de tantos desconocidos.

martes, 12 de enero de 2010

Y usted, señora, de dónde salió?

La foto habla por sí sola...


En mi último viaje a Londres, me meto en el metro ("the tube", según lo llaman ellos) y veo a esta mujer posiblemente recién llegada de Hogwarts o algún otro universo paralelo similar. Entre sus brillantes prendas decorativas, podemos observar un bolso que dice "London". Se ve que la mujer es londinense, entonces, y de las orgullosas de vivir en una ciudad en la que hay de todo (o casi todo). Al caminar por las calles de Londres, la sensación es que ahí hay partes de todo el mundo (ya daré mayores detalles cuando hable del British Museum...).

Para redondear, cuando veo a esta mujer tan particupar y amable me digo: "tengo que sacarme una foto con ella". Le pregunto si le molestaría, le explico que vengo del otro lado del Océano y sonriente me dice que "encantada, pero que me apure porque si llega el tren, se va". xD

Fue entonces el posar, sonreir, dar la cámara y "chic!" ya tenía mi foto :D Le agradecí varias veces (y se hubiera merecido más, al fin y al cabo, le robé un poquito de su alma...)

Inmediatamente después llegó el tren, se subió y desapareció de la multitud...

...misterio... :p

sábado, 9 de enero de 2010

El Fin del Mundo...

Se confunden los portugueses... que no me hablen de mapas cartográficos, de paralalelos y meridianos, para asegurar que el punto más occidental de la Europa continental es el Cabo da Roca... No, no y no.


Yo estuve en Finisterre y allí , cientos de gallegos me aseguraron se encuentra "El Fin del Mundo". Estas son las tierras a las que llegó Heracles cuando le enconmedaron que encontrara donde acababa la Tierra. Y aquí vi ponerse el Sol, el disco solar, brillante hundiéndose en las húmedas profundidades marinas. Dicen también que la bandera española cuelga de las dos torres (las torres de Hércules) una cinta que cita "Plus Ultra" ("más allá") indicando que su corona reina en las lejanas tierras, añadidas por Cristobal, el marino.

Tres ritos realicé en estas tierras, las del fin:

* ver el atardecer, la muerte del Sol en el Horizonte, confiando en que mañana renacería, creyendo que el Sol, luz y consciencia, andaría durante la noche los pasadizos del Inframundo para volver resucitado a emerger al día siguiente

* quemar una prenda: quemé mi bastón, que me había acompañado durante un mes por el Camino de Santiago, empezado hacía algo de 1 mes, en la frontera francesa

* bañarse desnudo en el mar del Fin del Mundo. No me atormentó ni el frío, ni las olas tumultosas.


Ver el fin del día en el fin del mundo fue otra de mis experiencias maravillosas...